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Història del Món Modern. Periodització de la història

Adjunto un article redactat per mi mateixa l'any 2000 com a capítol d'un diccionari per Planeta:
Qué es la periodificación de la historia.
La periodificación de la historia es la división que se ha hecho, desde el punto de vista temporal, de la historia universal de la Humanidad. Los criterios que marcan las divisiones en el proceso histórico tienen como objetivo agrupar un periodo que comparte características similares y su función es facilitar el análisis y el estudio de la historia. Esta agrupación es subjetiva, pues depende de la definición de historia del individuo o sociedad que la realice; es decir, está directamente determinada por la teoría, la metodología y la filosofía de la historia utilizada por el sujeto historiador.
Por lo tanto, la subjetividad de la historia ha provocado que cada sociedad, respondiendo a sus propios criterios, haya adoptado una clasificación cronológica diferente. Por tanto, las catalogaciones del tiempo han variado a través de los siglos y han sido diferentes según las civilizaciones que las creaba y utilizaba.
Pero ¿cómo se determina el punto de inflexión entre las diferentes etapas? Es evidente que los cambios históricos no aparecen de modo sincrónico ni completo en todas las culturas. Los cambios no afectan a las sociedades ni al mismo tiempo, ni en el mismo marco geográfico, ni a todos los niveles sociales. Por lo tanto, es motivo de discusión historiográfica el determinar el momento de inflexión entre los periodos.
Según algunos, la división la marcan hitos o sucesos de gran importancia (la caída de Roma, el descubrimiento de América en 1492, la revolución francesa en 1789, la caída del muro de Berlín en 1989, etc.). No obstante, cabe señalar que el día en que acontecieron estos hitos no marcaron un gran cambio entre los individuos y sociedades del día anterior con los del día posterior. Efectivamente, ni el cambio de fechas tiene ningún tipo de repercusión rápida para los miembros de una cultura ni el cambio de fechas determina que no hayan existido cambios anteriores que hayan hecho posible dicho hito. Por consiguiente se considera que el punto de inflexión está marcado por los cambios en el ámbito social, económico y político que producen y que generan un determinado hecho histórico.
Los puntos de inflexión tampoco significan que la historia sea lineal (que cada etapa mejore la precedente). La linealidad de la historia era un concepto que marcó la concepción de la historia hasta mediados del siglo XX y se estableció con la aplicación a la historia de una interpretación del evolucionismo de Darwin. Según esta interpretación, característica de la historiografía tradicional, en la historia habría hechos e hitos que sólo los más fuertes serían capaces de pasar. Sin embargo, la historiografía actual contrapone a esta evolución lineal una evolución regresiva (el cambio es reversible y no es definitivo ni afecta ni temporalmente, ni geográficamente ni de una manera socialmente homogénea a todas las culturas).

Las divisiones de la historia
La división más general de la Historia es la separación establecida entre Prehistoria e Historia. Esta primera gran división permite distinguir el periodo anterior y el posterior a la invención de la escritura. El primer gran bloque, la prehistoria, se caracteriza por la utilización de los útiles líticos y sus subdivisiones se han hecho a partir de las características en el uso y fabricación de estos instrumentos. El segundo gran bloque, la Historia, se ha dividido en: edad antigua, edad media, edad moderna, época contemporánea e historia del presente.
Por lo que se refiere al continente americano, es dificultosa la aplicación de la división entre prehistoria, historia Antigua y edad media. América se desarrolló de forma local, independiente y aislada hasta 1492; es decir hasta el principio de la edad moderna europea. No obstante, se suele dividir la historia de América en el periodo prehispánico y en el hispánico.

Prehistoria.
El descubrimiento de la existencia de un pasado más allá de lo escrito llevó a la aparición, hacia el siglo XIX, del estudio del periodo de la prehistoria.
Los primeros que se encargaron de narrar hechos prehistóricos fueron los griegos y los romanos. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII cuando se gestaron los estudios de los hechos prehistóricos, que se establecerían en el siglo XIX. La gestación se produjo en el siglo XVIII con los inicios de las investigaciones arqueológicas derivadas de los descubrimientos de los yacimientos de Pompeya y Herculano. Ya en el siglo XIX, hacia 1825, el danés Christian J. Thomsen (1788-1865) al sistematizar los materiales más antiguos del Museo de Antigüedades Nórdicas (Copenhague), estableció el sistema de las tres edades, es decir, de las tres fases mayores de los tiempos prehistóricos: piedra, bronce y hierro.
Posteriormente, el verdadero auge de la prehistoria se dio cuando Boucher de Perthes (1788 - 1868) demostró, en 1846, la contemporaneidad de útiles humanos con fósiles ya desaparecidos, en su obra Antiquités celtiques et antédiluviennes (Antiguedades célticas y antediluvianas) (1846). Y el término "prehistoria" no fue acuñado hasta el siglo XIX. Concretamente, en el año 1851 por Daniel Wilson en su obra The Archaeology and Prehistoric Annals of Scotland (La Arqueología y Crónicas Prehistóricas de Escocia). En esta época la prehistoria se convirtió en una ciencia autónoma dedicada al estudio de las comunidades humanas más primitivas. A partir de entonces, el término se fue generalizando entre los historiadores del siglo XIX no sin resistencia, pues la historiografía del momento afirmaba que no era posible estudiar el pasado sin documentos escritos.
En términos generales, se identifica la prehistoria como el periodo de la humanidad que carece de escritura. Esta época se subdivide en varios periodos, atendiendo a criterios basados en el trato de los elementos culturales encontrados (los útiles o instrumentos construidos y utilizados durante el periodo prehistórico). Las subdivisiones de la prehistoria son: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico y Edad de los Metales.
Durante el Paleolítico, o "Edad de Piedra tallada" (2.500.000-10000 a.C. aproximadamente) las poblaciones eran nómadas, cazadoras y recolectoras. El Paleolítico se divide en: Paleolítico Inferior (2.500.000-100.000 a.C.), con los subperiodos principales: abbevillense, o chelense, el achelense y el clactoniense; Paleolítico Medio o Musteriense (100.000-40.000 a.C); y Paleolítico Superior (40.000-10.000 a.C.), con los subperiodos principales: auriñaciense, solutrense y magdaleniense.
Durante el periodo Mesolítico, o Epipaleolítico (10.000-7.000 a.C., aproximadamente), las herramientas siguen siendo de piedra tallada, se produce una cierta sedentarización y se gesta la agricultura.
Durante el Neolítico, o Edad de piedra pulimentada (7.000-3.500 a.C., aproximadamente), se adoptó definitivamente la agricultura y el pastoreo, las sociedades se hicieron sedentarias, aparecieron los primeros poblados y se produjo un aumento considerable de la población.
El periodo de la Edad de los Metales (3.500-50 a.C., aproximadamente), se caracteriza por las grandes continuidades de la etapa neolítica y por la aparición y expansión de las técnicas metalúrgicas. Aparecieron las primeras ciudades y se produjo una primera jerarquización económica y social. En el Oriente Próximo y en la mayor parte de Europa, coincide con etapas ya plenamente históricas. El periodo se subdivide en: Edad del Cobre, Eneolítico o Calcolítico (3.500-1.800 a.C); la Edad del Bronce (1800-700 a.C.) (que se desarrolla en tres grandes áreas culturales: la Europa central y nórdica, la fachada atlántica y la cuenca mediterránea y la península ibérica) y Edad del Hierro, subdividida en la primera Edad del Hierro, también llamada Hallstatt (1100-450 a.C.) y la segunda Edad del Hierro, o La Tène (450-50 a.C.).

La prehistoria en América.
El continente americano se mantuvo al margen del proceso de hominización y solo se integró a él en el Paleolítico Superior, cuando los humanos llegaron a este territorio. Esto se produjo durante la última glaciación (Würn o Wisconsin) a través del Puente de Beringia, en el Estrecho de Bering.
La prehistoria de América se desarrolla desde el origen de la presencia humana en este continente hasta el contacto de los pueblos indígenas con las descubridores y conquistadores europeos. A la llegada de éstos los pueblos aborígenes se caracterizaban por su gran variabilidad cultural. Coexistían aborígenes que se hallaban en el equivalente paleolítico hasta pueblos de núcleos urbanos de altas culturas civilizadas que conocían la escritura.
Las etapas en que se divide la prehistoria de América del Sur son: Lítico o Paleoindio, Arcaico, Formativo, Clásico y Postclásico. El Lítico o paleoindio incluye desde la llegada del hombre a América hasta una fecha aproximada al 8.000 a. de C. El Arcaico coincide a grandes rasgos con el llamado Neolítico y la adopción de la agricultura. El sistema agrícola y sedentario del Arcaico se generalizó en el período Formativo, que se extiende desde el 2.000 a. de C. hasta el 300 a. de C. y que terminó con la relativa homogeneidad en la evolución cultural americana y se inició el desarrollo sociocultural de las tres grandes áreas nucleares de América: Norteamérica, Mesoamérica y Andes Centrales.
En Norteamérica las tribus se han dividido según las áreas culturales: Ártico, subartico, noroeste, sudeste, llanuras, la meseta, la cuenca, sudoeste, California y noroeste. En Mesoamérica destacan los Olmecas (en la costa del Golfo de México). Y, en los Andes, la cultura Chavín (1000 ­ 200 a. de C.), que se desarrolló en La Sierra del Perú.
El período Clásico se extendió, aproximadamente, desde el 300 a. de C. hasta el 900 d. de C. En Mesoamérica destacaron la cultura Teotihuacán (en México Central), y los Mayas (Península de Yucatán y los actuales países de Guatemala, Honduras y El Salvador). En los Andes centrales, se desarrolló la cultura Moche o Mochica (costa norte del Perú), la civilización Nasca (valles de Chincha, Pisco, Ica y Nasca) y la de Tiahuanaco (Altiplano boliviano).
El período Postclásico se desarrolló desde el 900 d. de C. hasta la llegada de los españoles, que pusieron término a esta etapa de la cultura precolombina. En Mesoamérica se desarrollaron las civilizaciones de los Toltecas y los Aztecas. Y en los Andes centrales la de los Incas (la tribu que llegó al Cuzco alrededor del 1200 d. de C).

La trilogía renacentista.
Durante la época del Renacimiento se agruparon todos los acontecimientos anteriores a la aparición del cristianismo en la denominada Edad Antigua y, todos los acontecimientos ocurridos entre el nacimiento del Cristianismo y su momento presente, en la denominada edad media o época medieval. La denominación de edad media, pues, deriva de la mentalidad de los renacentistas. Para éstos la edad media se encontraba entre ellos y los buenos tiempos pasados. La época del Renacimiento, pues, marcaba el final de la edad media y la conexión con la época antigua.

La Época Antigua.
El periodo de la época antigua fue acuñado en el Renacimiento para denominar la cultura de la época de la que ellos se sentían continuadores. De hecho, en el renacimiento se valorizó la antigüedad clásica grecorromana, su arte, literatura y filosofía, donde destacaban nombres como los de Cicerón, Horacio, Virgilio, etc.
Con el tiempo, la historiografía ha definido los límites de la historia antigua desde la aparición de los documentos escritos hasta el fin del Imperio Romano de Occidente en el año 476. La historia antigua abarca la historia de las primeras civilizaciones, de los primeros estados territoriales. Durante la época antigua no hay un denominador común (a parte de la aparición de la escritura y de los grandes reinos) y se puede definir como una sucesión de culturas y civilizaciones.
Una primera fase de la época antigua comprendería el estudio de las grandes civilizaciones fluviales desarrolladas en India, Egipto, Mesopotamia, China.
La segunda etapa de la edad antigua se caracterizada por la centralización de los acontecimientos en el mediterráneo entre el 323 a.C. y el 476 d.C; la helenización de Oriente y de Roma; y la unificación política del Mediterráneo bajo el dominio romano.

La edad media (476 d.C – 1453 o 1492 d.C.)
La Edad Media se extiende desde el ocaso del mundo antiguo hasta la Edad Moderna. Es decir, según la historia que periodifica teniendo en cuenta un hecho histórico único como factor de ruptura cronológica, desde la caída del Imperio romano de Occidente hasta la toma de Constantinopla por los turcos en 1453 o el descubrimiento de América en 1492.
Para la Europa Oriental, el acontecimiento decisivo es la caída de Constantinopla; y, para la Europa occidental, el descubrimiento de América.
Durante la edad media, se produce una atomización del poder (el feudalismo), la esclavitud da paso a la servidumbre y el periodo finaliza con la ruptura de los estrechos márgenes geográficos-sociales-económicos. La desaparición de los pequeños núcleos de poder coincide con la aparición de grandes unidades de poder (las monarquías nacionales).
Tradicionalmente, y debido a la división hecha en el Renacimiento, esta etapa se definía como una época de decaimiento y postración. Un momento de oscuridad respecto a la época clásica y respecto a la época moderna, iniciada con el renacimiento. La distinción se asentó en el siglo XV, durante el Quattrocento italiano, cuando los humanistas quisieron establecerse como herederos y continuadores de la empresa cultural clásica de la época antigua. Y, por consiguiente, clasificaron la época entre los clásicos y ellos como un momento de decadencia. Sin embargo, la historiografía actual tiende a destacar la importancia de los aspectos culturales, sociales y económicos de cada época. Por esta razón, en la edad media se destacan las nuevas formas arquitectónicas, los avances en materias de organización política y económica y la cultura teocéntrica, donde Dios era el centro de las artes, la literatura y la música.
La primera denominación de la Edad Media como época de crisis, oscuridad y barbarie se debe al humanista Giovanni Andrea dei Bussi, quien en 1469 habló de esta época denominándola Media Tempestas.
La Edad Media se divide en cuatro periodos básicos.
Durante la transición de la antigüedad al medievo (siglos IV a VII) se desarrollan las migraciones germánicas; se produce el fin del imperio de Occidente y la continuidad del imperio de Oriente; nacen los reinos germánicos; y se expande el Islam.
Durante la denominada alta edad media (VII-X), se desarrolla el califato Abbasí; se restaura el Imperio de Occidente; se genera, desarrolla y disgrega el Imperio Carolingio y se produce el repliegue de Bizancio con las dinastías Heráclida e Isáurica (siglos VII-m.IX) y la dinastía Macedonia (867-1057).
Durante la denominada plena edad media (siglos XI a XIII) se produce una expansión económica (con la transformación en el medio rural y urbano y el renacimiento comercial); y se desarrolla la Cristiandad Medieval con las reformas eclesiásticas de los siglos XI y XII. En el oriente Mediterráneo se desarrolla el Imperio bizantino de los Comneno a los Paleólogo (1081-1261), tienen lugar las Cruzadas y el poder del Imperio Mongol se expande.
La última etapa de este periodo es la baja edad media (siglos XIV y XV), que, en Europa, se caracteriza por la crisis social; la mutación en el sector agrario; los conflictos entre Francia e Inglaterra; la caída de Bizancio; y los inicios de la expansión europea en el mundo.

Edad moderna (1453 o 1492 - 1789)
Si bien la primera distinción entre Edad Media y una nueva época fue aplicada por los humanistas del Renacimiento, esta distinción fue aceptada por el pensamiento ilustrado del siglo XVIII y en el siglo XIX. En efecto, los intelectuales de los siglos XVIII y XIX se sentían continuadores de la labor humanista del siglo XV y de su “ruptura” con la sociedad feudal. En el siglo XVIII y XIX los eruditos se sentían herederos de la sociedad individualista y laica que se ideó en el renacimiento. Además, durante el siglo XIX se asentó el evolucionismo derivado de las teorías del científico británico Charles Darwin. Según el evolucionismo, aplicado a la historia de la humanidad, sólo pueden evolucionar las sociedades que saben dar el cambio adecuado. En la Edad Moderna, el cambio lo dieron los estados europeos y este cambio determinó su preponderancia respecto al resto del mundo. Por esta razón los intelectuales del siglo XIX consideraron como irrefutable la existencia de una división entre la edad media y la edad moderna.
Según la historia que periodifica teniendo en cuenta un hecho histórico único como factor de ruptura cronológica, la edad moderna se extiende desde la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453 o el descubrimiento de América en 1492 hasta la Revolución francesa del año 1789. Para el caso de España la datación comenzaría con la llegada europea al “Nuevo Mundo” y la toma de Granada por los Reyes Católicos (1492) y finalizaría en el año 1812, año que marca el fin de la invasión francesa de España y la reunión de las Cortes de Cádiz.
La edad moderna se suele dividir en cinco etapas: la época comprendida entre los años 1492-1571 se caracteriza por la hegemonía de la monarquía hispánica; la Reforma protestante y la Contrareforma católica; y la lucha entre protestantes y católicos. En América se caracteriza por el inicio del periodo hispánico, que incluiría el proceso de conquista y el de colonización.
Una segunda etapa se situaría entre los años 1571-1619, y se caracteriza por las luchas nacionales entre los países europeos, la crisis económico y los problemas religiosos.
Entre los años 1619 y 1688 se desarrolla la Guerra de los Treinta Años, es la época de la hegemonía francesa en detrimento de la casa de Habsburgo.
Entre los años 1688 y 1725 se reorganizan las fronteras europeas y salen fortalecidas Inglaterra y Rusia. Es la época del colonialismo y las conquistas transeuropeas.
Entre los años 1725 y 1789 se desarrolla el denominado Despotismo Ilustrado; el ascenso de Prusia en el centro de Europa; la independencia de las colonias británicas de América; y la Revolución francesa de 1789.
Las líneas que marcaron esta etapa fueron la afirmación de los denominados Estados nacionales, sustitutos del sistema feudal de la edad media y que poseen un poder equivalente al ostentado por el Imperio y el Papado durante la edad media. Estos estados se caracterizan por el desarrollo de la administración y de los ejércitos (con el consecuente desarrollo técnico de las armas de fuego y las fortificaciones).
En el ámbito social, el fin del sistema feudal hizo transitar a los vasallos hasta la condición de súbditos. Aunque la organización social se seguía basando en los tres estamentos tradicionales: nobleza, clero y estado llano.
Junto con esta organización política y social cabe destacar la ampliación de los límites geográficos, el consecuente desarrollo del comercio y el ascenso económico de la burguesía. A estos hechos contribuyeron el fin de los conflictos bélicos de larga duración; la recuperación de la crisis demográfica medieval; la ampliación de los campos de cultivo y la “revolución agraria” (con la introducción de sistemas de rotación de cultivos en la Europa Atlántica y la extensión de la viña en las costas mediterráneas). El aumento demográfico y de alimentos propició los intercambios y el crecimiento de la economía monetaria, favorecida por el descubrimiento de América y la afluencia de metales desde este continente hasta Europa.
A parte del continente americano, también se exploraron las costas africanas y el Lejano Oriente, con los consecuentes avances técnicos y científicos en navegación, geografía o ciencias naturales. Unos avances englobados en la denominada “revolución científica” que afecta, principalmente, a la astronomía, las matemáticas, la física, la óptica y la medicina. Dentro de los cambios tecnológicos también fue fundamental la invención de la imprenta, que favoreció el fin del monopolio religioso en materia de cultura.

Epoca contemporánea (1789-1989)
El periodo conocido por historia contemporánea comprende, básicamente, los siglos XIX y XX. El concepto fue acuñado por la historiografía francesa para agrupar los acontecimientos de estos dos siglos. El concepto, acuñado por una de las escuelas historiográficas de más prestigio durante el siglo XX, fue incorporado rápidamente por la mayor parte de las distintas historiografías europeas y extra-europeas, incluyendo especialmente la historiografía española y la hispanoamericana.
Sin embargo, en la historiografía anglosajona (británica y estadounidense) el concepto no gozó de la misma aceptación y, en estos territorios, se mantuvo la categoría de época moderna para designar la etapa iniciada con el Renacimiento y prolongada hasta la actualidad. La única subdivisión que se acostumbra realizar en Gran Bretaña y Estados Unidos es entre Early Modern Period (temprana edad moderna) y Late Modern Period (edad moderna tardía).
La historiografía francesa acuñó el nuevo concepto y parte de la historiografía mundial lo adoptó para reconocer las grandes transformaciones sociales, políticas y económicas acaecidas en Europa y el mundo occidental desde finales del siglo XVIII. Este periodo empieza con la Revolución francesa y continúa hasta los años ochenta del siglo XX.
La época se caracteriza por los cambios en las estructuras agrarias, industriales y sociales, especialmente con la lucha de la burguesía para llegar al poder político. En efecto, la burguesía, que ostentaba el poder económico en el siglo XVIII, quiso acceder al poder político y, para ello, acabó con las estructuras del Antiguo Régimen. Fruto de este empuje fue tanto la independencia de los Estados Unidos de América (1776) como la Revolución francesa (1789). Como reacción al poder de la burguesía, el naciente movimiento obrero tendió a organizarse, adoptando ideas socialista y anarquistas.
Al mismo tiempo, la expansión colonial provocó una mundialización de los grandes acontecimientos. Entre los cuales, hay que destacar un imparable avance científico y tecnológico.
La época contemporánea también se puede dividir en diversas etapas. Entre 1815 y 1848, es la época de la Restauración o la Europa del Sistema Metternich (surgida del Congreso de Viena, 1815), que tenía como objetivo mantener el equilibrio mundial y evitar los enfrentamientos bélicos. También es la etapa de las denominadas Revoluciones sociales y el afianzamiento de la burguesía. En América, tiene lugar el proceso de independencia de los países latinoamericanos y el inicio del periodo independiente y de las Historias Nacionales de cada país americano. También tiene lugar la colonización, aunque no a gran escala, de toda Asia, especialmente de Inglaterra (centrada en la China y la India), de Francia (en la China e Indochina) y de Holanda (en Indonesia).
Entre 1848 y 1871 se produce un resquebrajamiento del sistema Metternich. La Guerra de Crimea (1854-1856) es un síntoma de la rivalidad entre el Reino Unido y Rusia en un mundo donde aun no se ha producido la unificación de Alemania ni la consolidación de los Estados Unidos. Precisamente, los incipientes nacionalismos del período anterior tomaron un protagonismo absoluto, ejemplificado perfectamente por las unificaciones italiana y alemana. También en esta época las grandes potencias inician la colonización del interior de África.
Entre 1871 y 1914 dominan los denominados sistemas bismarckianos, sistemas que regulaban a escala internacional las relaciones entre las potencias europeas. El Congreso de Berlín (1885) desató en Europa la fiebre colonizadora. El capitalismo se afianzó, al mismo tiempo que el ferrocarril y los barcos de vapor. Todo esto acabó confluyendo en la confirmación de dos bloques de potencias: la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) y el Triple Entente (Rusia, Inglaterra y Francia) agrupados según su coincidencia de intereses. Ambos bloques se enfrentaron en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Mientras que en Rusia tuvo lugar la Revolución bolchevique (octubre de 1917).
Entre 1918 y 1939 es el periodo denominado periodo de entreguerras. En éste, se aplicaron los cambios territoriales de la Paz de Versalles y se aplicaron las indemnizaciones de la guerra, que afectaron muy especialmente a Alemania. A escala económica, el período estuvo marcado por una de las crisis cíclicas del capitalismo, la Gran Depresión de 1929. Además de esto, los regímenes autoritarios conocieron un ascenso. Por ejemplo, la Dictadura del Proletariado de la Rusia soviética y las dictaduras fascistas en Italia y Alemania. También se produjeron las primeras independencias de las colonias, motivadas por la existencia de movimientos nacionalistas en todas ellas.
Entre 1939 y 1945 se desarrolló la Segunda Guerra Mundial, que tuvo como preludio la Guerra Civil española (1936-1939).
Finalmente, el periodo entre 1945 y 1989 está marcado por el fin II Guerra Mundial y el inicio de la denominada Guerra Fría. Con una Europa destrozada por la guerra, el Mundo se dividió en dos y la hegemonía quedó en manos de la Unión Soviética y los Estados Unidos de América. Las crisis más graves que se vivieron fueron: 1948-1953 en Corea, 1961-1962 en Cuba, 1963-1975 en Vietnam y 1979-1988 en Afganistán. El proceso de reconstrucción y crecimiento económico occidental fue especular hasta la crisis del petróleo de 1973. Simultáneamente, tuvo lugar el proceso de descolonización y diversos estados se agruparon en un bloque teóricamente neutral entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En principio, este bloque auto-denominado “Tercer Mundo” fue liderado por los dirigentes de Yugoslavia (Tito), Egipto (Nasser), India (Nerhu) e Indonesia (Sukarno).

Historia del Presente.
La denominada Historia del Presente surgió en la segunda mitad del siglo XX, con la creación del Instituto de Historia del Tiempo Presente (1978), bajo la dirección de F. Bédarida. La Historia del Presente se basa en la reconstrucción del pasado reciente en el que el historiador juega el rol de sujeto involucrado del proceso estudiado y, a la vez, es objeto en tanto observador y portador de la memoria del fenómeno que pretende reconstruir históricamente.
Desde el punto de vista de la historiografía de la primera década del siglo XXI se considera historia del presente la acaecida desde el año 1989. El punto de inflexión respecto a la denominada Historia Contemporánea lo marca el fin de la Guerra Fría, como consecuencia de la caída de la URSS. Como símbolos de este periodo son el derribo de las estatuas de Lenín en la Plaza Roja de Moscú y la caída del Muro de Berlín entre los años 1989 y 1991. La unificación de Alemania. La otra superpotencia, los Estados Unidos.
En el ámbito económico, la Historia del Presente se caracteriza por la deceleración del crecimiento económico. En efecto, los indicadores económicos no han llegado a superar los anteriores a 1973. Y el mundo ha visto nacer nuevas potencias económicas, como Japón, los Dragones de Oriente (Corea, Singapur, Hong Kong y Taiwán) o la propia Unión Europea. Estados Unidos ha reaccionado promocionando la creación de un nuevo monstruo económico con sus socios del norte (Canadá) y del sur (México). En términos generales se caracteriza por la economía mundo, la Globalización y las contradicciones del sistema capitalista.
La Historia del Presente también se caracteriza por la influencia de la tecnología en todos los ámbitos sociales. Se ha creado la sociedad de la información, donde los medios de comunicación de masas desempeñan un papel relevante, cambiando las formas tradicionales de comunicación.
En la Historia Presente de Europa se estudia la integración en la U.E. y la desintegración del Este (los Balcanes y Rusia). En África los intentos de transformación de la vía islámica y la marginación del cuarto mundo. El Magreb y la vía islámica (Marruecos, Argelia). Asia. ¿Hacia la era del Pacífico?. Y la Historia Presente de América Latina se caracteriza por el periodo que abarca desde las Dictaduras hasta la consecución de la democracia estable.
Esta etapa también está marcada por la crisis de las ideologías y el movimiento cultural del posmodernismo, que ha acabado con las grandes doctrinas, con los grandes paradigmas y ha declarado el reinado del eclecticismo y la revisión constante de los valores que hasta ahora habían dominado el mundo.


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